¿Un mal día?
El tic tac de la luz
de giro me volvió a la realidad. Conduje el auto con precaución hacia la salida de Entre Ríos y mientras
descendía para luego doblar hacia San Juan iba pensando en lo que acababa de
oír por la radio. No sabía si me había impactado por el contenido de la frase o
por su forma, es decir, por la manera en que había sido dicha; «¡Este país se
va a la mierda!» había soltado el locutor, sin más. La frase poco ortodoxa
golpeaba no solo por la expresión, como tal, sino por lo que significaba como
alternativa futura. Moví la cabeza de un lado a otro y sonreí diciendo para mis
adentros – Ja... Parece que hoy tiene un mal día –
Me
había levantado de buen talante. Honestamente no tenía problemas, por lo menos
importantes a la vista, y me sentía con fuerzas para arremeter contra el trajín
diario. Había venido disfrutando mientras conducía por la autopista de un
solcito acogedor y el tráfico no me había resultado todo lo complicado que
esperaba. Tal vez por eso mismo me sorprendió la frase del locutor... La
verdad, me tomó desprevenido...
Conduje
todo lo rápido que me fue posible en el tráfico endemoniado de la Capital.
Tenía urgencia por resolver el trámite que me había hecho dejar mi tranquila
oficina, en el «lejano oeste», y volver prontamente. En realidad me esperaba un
montón de tareas que había tenido que suspender para resolver esto que tenía
prioridad.
Decidí
dejar el auto en una playa de estacionamiento. Tal vez me alejaba un poco del
lugar hacia donde me dirigía pero me serviría para estar más tranquilo, sin
pensar en los parquímetros, cepos, multas y otras yerbas.
Giré
a la izquierda en la siguiente bocacalle y media cuadra más adelante una «E»
azul me indicó lo que buscaba.
Enfilé el auto hacia
el fondo de la cochera. Me sorprendió que prácticamente se encontraba sin
nadie, cuando habitualmente me costaba trabajo descubrir algún espacio libre.
Dejé
el auto en el fondo y fui hasta la oficina a retirar el recibo.
-¿Qué
pasó que está tan vacío? – pregunté, casi sin darle importancia.
El
hombre, calvo, de unos 65 años, me miró por sobre los anteojos, pero no dijo
nada.
-
Es notable –
Insistí – Habitualmente hay que hacer malabarismos para poder estacionar y
hoy... ¿Pasó algo? –
No
me puteó porque era un tipo educado, pero se le leyó en la cara... clarito,
clarito... -¿Todavía no se dio
cuenta? – Casi masticaba las palabras - ¡Este país se va a la mierda! – Y me
extendió el papelito como para que no agregara nada.
Caminé sin decir palabra hacia la
salida y alcancé escuchar, como un eco siniestro, al empleado que repetía
hablando consigo mismo - ¡Este país se va a la mierda! –
No quise pensar en nada... Como
suelo hacer cuando algo vulnera mis defensas coloqué mi mente primero en blanco
y luego me concentré en el trámite que tenía que hacer.
La oficina quedaba en un cuarto
piso. Me dirigí al grupo de ascensores de la derecha y apreté el botón. Esperé
pacientemente pero pronto me di cuenta que ninguno de los tres benditos
aparatos estaban funcionando. Apreté repetidamente los botones en un vano
intento y desesperanzado me dispuse a remontar los cuatro pisos por la
escalera.
A pesar de haber hecho un alto en el
segundo llegué, resoplando, a mi destino. Recorrí mentalmente «oficina...
oficina cuarenta y tres... si, eso es... cuarenta y tres...».
Caminé siguiendo la numeración...
«Cuarenta y uno... y dos... cuarenta y tres... Aquí e... es... ¿Es?». Todo
indicaba que correspondía a una dependencia vacía. Igual tanteé el picaporte,
empujé intentando abrir, aunque sabía que sería en vano, golpeé... Esperé un
instante y repetí la operación desde el principio... Nada... Allí no había
nadie... absolutamente nadie...
¿Y ahora... que corno hago? Amagué
hacia los ascensores pero me acordé que no estaban funcionando, así que
emprendí el descenso por donde había venido. En el primer piso me topé con el
conserje que, con total parsimonia, pasaba una franela sobre el pasamano de una
escalera secundaria. Iba a continuar pero se me ocurrió preguntarle.
-
¿Cuál...? ¿ Los
de la oficina cuarenta y tres? Se rajaron jefe... hace rato que se rajaron...
De la noche a la mañana desaparecieron y no dejaron rastros de nada... la
oficina pelada... Uf... No tiene idea cuantos como Ud. han venido a preguntar –
-
¿Pero como puede
ser? La compañía Son & Son... son... eran muy serios... –
-
Que quiere que le
diga, maestro, todos los días es igual... si no es la cuarenta y tres es la
veinticinco, la dieciocho o cualquier otra... ¿Quiere que le diga algo?...
¡Este país se va a la mierda... se va! –
No quise seguir escuchando y me lancé
escaleras abajo casi con desesperación.
Me paré en la puerta del edificio
pensando que hacer e instintivamente llevé mi mano al celular. ¡Claro! Esa es
la solución. Uno o dos llamaditos y posiblemente me digan como ubicar la nueva
dirección, porque con seguridad era eso... Si seguro... Se habían mudado y
olvidaron dejar el aviso...
Tecleé nerviosamente y esperé. -
¿Pedro?... si, soy yo... ¿Sabes que?... – Y le expliqué lo sucedido. Del otro
lado recibí el sonido de una leve risita, entre burlona y desesperanzada.
-
¿Asi que vos
también caíste?... ¡Hijos de su buena madre!... Nos cagaron negro... ¡NOS
CAGARON! –
-
Pe... pero...
¿Cómo puede ser?... Si... –
-
¿Cómo puede ser?
Fácil, acá cualquiera hace lo que se le canta y nunca pasa nada... nunca...
Este país, querido, este país se va a la mierda –
-
Pero Pedro...
Pedro... ¿Me escuchás, Pedro? –Miré el aparato con desesperación - ¡Carajo, me
quedé sin batería!... – No sabía si revolear el bendito celular, ponerme a
gritar o romper el vidrio de entrada de una trompada.
Respiré hondo. Traté de
tranquilizarme. Y me volví resignado al estacionamiento en procura de mi
auto.
Me detuve, un instante en el puesto
de revistas y le pedí el diario. Apenas me lo extendió pude leer, en primera
página y con letras catástrofe: «RENUNCIÓ EL VICEPRESIDENTE, EL TRATAMIENTO DEL
TEMA DE LAS COIMAS EN EL SENADO FUE EL DETONANTE».
-P... p... pero... ¿Es cierto o
es una joda? – Miré mi reloj y exclamé –
No... Evidentemente hoy no es el día de los inocentes... Asi que... –
El vendedor me miró con una sonrisa
comprensiva: - No hay nada que hacer jefe, este país se va a la mierda – y me
alcanzó el vuelto.
Puse el diario debajo del brazo. Ya
ni tenía ganas de leerlo. Pagué el valor del estacionamiento y sin decir
palabra me acomodé en el auto. Me ajusté el cinturón de seguridad, puse primera
y salí a la calle en forma casi automática.
No me pregunten como estaba el
tráfico de regreso porque ni le presté atención. Subí a la autopista, como
siempre... y aparentemente por última vez... en Combate de los Pozos y aceleré
sin importarme la posibilidad de las cámaras controladoras de la velocidad.
El sol, más alto, comenzaba a
calentar y un viento cálido se filtraba por la ventanilla entreabierta.
Cuando llegué al peaje me dirigí al
manual y sin decir palabra le extendí un papel de $ 10,00. La señorita
encargada del cobro recibió el billete con una amplia sonrisa mientras me
saludaba en forma casi mecánica:
-
Hola –
Apenas me entregó el vuelto apreté
el acelerador de manera que la barrera casi no tuvo tiempo de levantarse. En el
momento en que me alejaba escuche que la niña exclamaba, en el mismo tono
robótico del comienzo: - ¡Que tenga un buen día! –
Fue como si alguien hubiese apretado
un botón o soltado un resorte. Frené bruscamente, y sacando casi medio cuerpo
por la ventanilla le grité casi con desesperación:
-
¡Buen día las
pelotas!... ¡¿Cómo carajo querés que sea un buen día?!... ¡¿No te das
cuenta?!... ¡Este país se va a la mierda! –
Y
como quien ha cumplido con la misión de su vida y puede descansar en paz,
arranqué violentamente, cruzándome por delante de un pequeño vehículo rojo que
salía distraídamente de otra de las
barreras.
La empleada me miró alejarme haciendo
zigzag entre los autos y camiones que transitaban en ese momento en dirección
al oeste y con la misma sonrisa mecánica con la que me recibiera masculló
parsimoniosamente:
-
Ja... Parece que
hoy tiene un mal día... –
Y
se concentró en ordenar los billetes y las monedas, formando una pilita al lado
de la otra.
Alberto O. Colonna / 2001
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