miércoles, 20 de marzo de 2013


poema i

los ojos del espacio me aprisionan
y en ellos yo me pierdo,
me diluyo, me torno indefinido,
como un grano de sal
en un océano inmenso.

yo quisiera ser gigante entre los grandes
y concentrar mi esencia  en una sola,
para luego lanzarla libremente,
sobre los cuatro vientos,
a que me traigan gloria.

pretendo elevarme sobre el mundo,
sentirme soberbio y poderoso,
pero yo se de duendes invisibles,
a los que aun siendo hombre,
me aferro temeroso.

y trato de ser dios,
pero corto mis alas y me arrastro;
y cuando logre AL FINAL alzar el vuelo
seré POR FIN feliz,
PERO no humano.

y así me perderé en el infinito,
seré como una flor en un inmenso ramo,
como una pena en la vida misma,
como un llanto de un niÑo de este siglo,
uno de tantos...

alberto o. colonna


UN POEMA SENCILLO

Me pides un poema, hijo mío?
Te enseñaré a escribirlo, es muy sencillo.
Solo debes mirar en torno tuyo
y verás que el poema ya está escrito.

Mira el rojo del ceibo floreciendo
o los jacarandáes que, en el piso,
bajan el cielo, con su flor celeste,
y lo extienden al paso de los chicos.

El viejo roble, sereno, vigilante,
en el cantero redondo, y el olivo,
y los palos borrachos..., y ese verde
que te acompaña, siempre, sin sentirlo.

Cierra los ojos y escucha el alboroto,
las risas cristalinas, los sonidos
en el patio, en el bar o en la canchita...
en este tiempo hermoso de ser niños.

Los abrigos de múltiples colores,
ahora que es invierno y hace frío,
o acaso el blanco de los guardapolvos,
alineados, diciendo el voto cívico.

Y cuando todo se aquieta, allí, en las aulas,
y se apagan, de a poco, los bullicios,
oirás como algún piano, o una flauta,
llenan el aire del parque adormecido.

Mira, hijo, tu entorno, simplemente,
y entenderás que todo es muy sencillo,
solo debes tener, como el de Roxlo,
un corazón que sea un poco grillo.


                             Alberto O. Colonna.


SI LA POESÍA MUERE

Si la poesía se muere acaba todo…
Se desmenuza el sol del mediodía,
El viento que se escurre entre los álamos
Y los atardeceres de la despedida.

Muere la luz que asoma en el naciente.
Muere la luz que yace en el ocaso,
Muere la voz sonora de los bronces
Que se renuevan en los campanarios.

Si la poesía muere acaba todo.
 Ni el paso final ni el nacimiento.
Porque el parto es el canto de la vida,
La poesía del llanto y del comienzo.

Se acaba la flor, la nieve, el trino,
Las miradas calladas y el silencio,
La comida humeante, el pan, la vida…
Porque la vida sin querer es verso.

Si se muere la poesía acaba todo
Porque todo es poesía… Así lo entiendo

Alberto. Agosto de 2011

sábado, 16 de marzo de 2013

El Origen





EL ORIGEN
ALBERTO O. COLONNA






















MAYO DE 1997
Hay una teoría científica que establece que nuestro mundo se originó en una gran explosión que se ha dado a llamar “Big Bang”. Esa misma teoría establece que todos los componentes de este universo están en movimiento debido a la simple inercia. Cuando esta fuerza acabe y todo se detenga se habría de producir una fuerza negativa que llevaría irremisiblemente a una implosíón y todos y cada uno de los planetas, estrellas y demas componentes volverían hacia su origen para desaparecer, quedando la nada como único habitante de un espacio que no alcanzo a comprender como sería. Todo esto hasta que una nueva y poderosa explosión (un nuevo big bang) reiniciaría el juego. Un absurdo juego de idas y venidas, en medio del cual se dará la vida y la muerte, el poder y la esclavitud, la felicidad y la desolación.
Es en esta teoría que se basa esta historia…
Que cada uno saque su conclusión…
La teoría también la creó un ser que no puede escapar de este juego sin sentido…









EL ORIGEN


1.- La Gran Explosión

   Primero fue lo primero.
   Ocupando la totalidad de la nada. Abarcando cada hueco microscópico de la molécula más remota estaba el Origen.
   Y allí coexistían, bullentes, el Bien y el Mal.
   En algún momento del tiempo, que él también representaba, se produjo la escisión, y (como lo ha sido desde entonces) ésta fue violenta.
   Absurda y violenta.
   Una vibración comenzó a gestarse desde lo más profundo. Fue creciendo irremisiblemente. Protuyó ahuecando la superficie como un líquido denso próximo al hervor y ... finalmente ocurrió: LA GRAN EXPLOSIÓN.
   La totalidad de la nada se esparció con vehemencia oprimiéndolo todo. Quizás el horroroso sonido (el craqueo lúgubre premonitorio y el estallido final) fuera lo suficientemente gráfico como para recrear la violencia desatada... Pero no había nadie para oírlo.
   Como una oleada rumorosa, el Bien,  se expandió y fue posesivamente ocupando hasta el más recóndito recoveco... Y el Mal también.
   De a dos desde el principio... cómo en el principio... pero divididos... con identidad propia... Ocupando exactamente el mismo espacio... pero de a dos... total, definitiva y absolutamente de a dos.

II - La creación

   Primero fue lo primero.
   El Bien quería crear.
   El Mal acechaba.
   Había que crear la base, es decir, el suelo en donde plantar la simiente. Con una parte de sí amasó una bola gigantesca, y le imprimió un movimiento de rotación. Luego la empujó suavemente para que se trasladara alrededor de algún centro que él mismo habría de crear más adelante.
   El Mal esperaba, ansioso pero inmutable.
   Él sabía que su momento habría de llegar y mientras tanto tomó una pequeña parte de su yo y la amasó concienzudamente.
   Y ese momento no se demoró demasiado. La velocidad con que actuó fue digna de él,  y el segundo de distracción del Bien fue suficiente para que pudiese introducir en la bola que mansamente se deslizaba por la nada, su creación. La colocó justo en el centro.
   El Bien no comprendió cuando su mundo, en ese mundo que acababa de crear, de pronto aparecieron desniveles que crecieron más y más, hasta que por alguno  de ellos, en forma de estallido feroz, se produjo la salida de un fluido hirviente que fue calcinando todo lo que encontraba en su camino, escupiendo rocas incandescentes y nubes de humo espeso. En las profundidades las cortezas concéntricas que se habían constituido a partir de la masa del Bien comenzaron a chocar entre si, y la conmoción se transmitió hacia la superficie resquebrajándose la tierra o provocando intensos temblores que se repetían empecinadamente.
   El Bien no comprendió pero imaginó que el Mal tenía algo que ver con lo ocurrido.
   “No importa” pensó y decidió continuar.
   Con el aspecto de bola pelada, y ahora con protruciones asimétricas, no resultaba realmente atrayente, decidió darle un toque de color, algo que la hiciese más alegre, y creó, entonces, la vegetación. Desde la brizna más tierna hasta el poderoso bahobab. Le llevó bastante tiempo diseñar cada una de las especies que habrían de abarcar la superficie de todo el planeta. El equilibrio fue perfecto.
   “Ahora si” se enorgulleció, “el planeta verde”. El trabajo había sido largo y agotador pero valía la pena.
   Sólo una fracción de segundo, el mínimo instante en que el Bien se detuvo a contemplar lo hermoso que lucía su creación, le bastó al Mal para sembrar la mala semilla.
   Cuando el Bien suspiraba satisfecho vio con espanto como enredaderas poderosas envolvían y ahogaban a los árboles más pequeños ; como yuyos de aspecto desagradable reemplazaban al aterciopelado césped. En algunos lugares la vegetación llegó a desaparecer dando lugar a vastos desiertos.
   “No importa” repitió el Bien, y elaboró el paso siguiente.
   “Agua... aquí hace falta agua... arroyos cristalinos, lagos transparentes, océanos tumultuosos que complementen el paisaje”. Delicada, amorosamente, fue trazando uno por uno los recorridos, los cauces, los lechos. Separó cuidadosamente porciones de tierra y cavó un fondo para albergar los futuros mares. Hecho esto los fue llenando progresivamente con un agua cantarina, azulada, producto de su masa más profunda.
   El Mal esperaba.
   No había terminado, el Bien, de llenar el último de los lechos cuidadosamente trazados, cuando las aguas del océano comenzaron a encresparse. Primero fueron pequeñas olas que batían la orilla con cierto estrépito, pero luego crecieron hasta transformarse en verdaderos gigantes líquidos que arrasaban con lo que tenían a su paso. Luchaba el Bien por calmar las aguas cuando los tranquilos arroyuelos comenzaron a aumentar su caudal y los caudalosos ríos a desbordarse invadiendo el verde que los rodeaba, menoscabando el suelo sobre las raíces hasta arrancar los árboles de cuajo.
   El bien se sintió desalentado, no podía entender lo ocurrido. El Mal contemplaba con satisfacción el efecto causado por apenas una gota de su materia dejada caer furtivamente en el nacimiento de un pequeño hilito de agua.
   "Esta vez será distinto", se dijo el Bien, "debo haberme descuidado y en algún momento el Mal lo aprovechó... a partir de ahora estaré más concentrado".
   Miró el verde, contempló el agua y razonó "le falta movimiento", y entonces creó la brisa. Un aliento suave que hamacaba las ramas de los abedules, canturreaba entre los álamos, rizaba el césped de la campiña, ondulando, dulcemente, el espejo cristalino de las aguas.
   "Nada más fácil" exclamó el Mal y casi de inmediato la brisa se volvió viento y el viento tempestad y la tempestad fue formando torbellinos que giraban cada vez con más y más fuerza. Los álamos aullaban lúgubremente y las ramas tiernas de los árboles se abatían ante tan monstruosa demostración.
   El Bien siempre triunfa, En algún lugar lo había escuchado. Por eso, y solo por eso, por la esperanza de un triunfo final, el Bien, decidió continuar a pesar de todo.
   Esta vez habría... tenía que ser distinto. Le tocaba el turno a los animales. El plan fue perfecto. Creó los insectos. Bellos, como las orugas, que se transformaría en mariposas multicolores. Las arañas, tejedoras de telas que no podría crear ni el más hábil artesano. Las Vaquitas de San Antonio, con su traje rojo y negro, brillante, los Bichos Bolita... y siguió, siguió y siguió. Luego le tocó el turno a los animales más grandes. Comenzó por los que habitarían las selvas o los montes y terminó formando a los futuros habitantes de las ciudades. Estaba cansado pero satisfecho. Esta vez sí que el Mal no podría con tantas cosas juntas.
   Y era cierto. El trabajo fue mucho mayor y el Mal terminó realmente cansado. Sistemáticamente, matemáticamente, por cada creación del bien, él se había encargado de conformar la contrapartida. Creó los mosquitos, transmisores de enfermedades. Las hormigas, devoradoras sin límites de los tallos más tiernos de las plantas en crecimiento, desbastadoras despiadadas y sin sentido. Creó las pulgas, las chinches, los piojos... y siguió, siguió y siguió. Con el resto de los animales fue algo más fácil, simplemente les colocó una pizca de instinto que los hizo pelear por su comida o por su pareja hasta vencer o morir. Les dio el salvajismo y la agresividad que los obligó a permanecer en el monte, aislados, sin alternativas. Les dio la ponzoña a los animales más pequeños, la voracidad asesina a los más grandes... Al llegar a los animales domésticos no debió pensar demasiado, le dio la estupidez al perro y al ruindad al gato, y con eso ya bastaba.

III - La gran creación

   Estaba el Bien descansando bajo un frondoso árbol contemplando y disfrutando de su propia creación cuando vio a un pequeño gatito que se movía sigilosamente, semi encogido, entre los altos pastos que verdeaban en la campiña. Lo miró satisfecho... '¡Qué bien hecho que está!" pensó. "La agilidad perfecta, la visión adecuada, las uñas afiladas..." Algo le sonó mal, casi como un presentimiento, pero no quiso elaborarlo... es más, no tuvo tiempo... el gato, con un salto matemático, casi acrobático, cayó sorpresivamente sobre un tan frágil como distraído pájaro que trinaba sobre la rama baja de un ciruelo. Tres segundos bastaron para que de un certero zarpazo la cabeza del desgraciado cantor cayese de lado. La sangre se mezcló con el rojo de los frutos que brillaban sobre la rama en que estaba parado. Así, apenas consumada su obra, el gatito dio media vuelta, y sigilosamente se deslizó entre los pastizales que verdeaban en la campiña en busca de algún otro cantor desprevenido.
   Entonces el Bien, sin decir palabra, se dedicó a recorrer, uno por uno, lo que había ido creando con tanto esmero, creído de que tanta virtud no podía pervertirse. Y pudo ver a los perros peleando entre ellos por el mero afán de pelear. A la araña que construía su hermosa tela para atrapar a otros insectos como ella. A las ratas mordiendo con saña a algún animal caído y por fin vio lo peor... a los virus, a las bacterias, a los parásitos... invasores y destructivos... transportados y alimentados por seres que habían sido creados con otra intención.
   Por primera vez tuvo ganas de llorar... tenía la sensación de haber sido derrotado... Nunca podría lleg... "¡No!" gritó, "¡NOOOOOOOOOO!", lo hizo con tanta vehemencia que hasta el propio Mal. regocijado por el resultado de sus manipulaciones, sintió algo de temor. "¿Habré exagerado?" caviló. "Creo que debo ir con más cuidado" y se dispuso a esperar casi con ansiedad.
   Esta vez el Bien había decidido no apresurarse. Su creación debía ser tan perfecta que no permitiese la entrada del Mal. Penso, repensó... se tomó tanto tiempo para decidir que camino seguir, que el Mal llegó a creer que se había rendido. Pero no... Resurgió radiante... Seguro... Determinado... Ya sabía como conseguir lo que se había propuesto.
   Y fue así que creó al hombre.
   Tardó... seguramente que tardó... se tomó todo su tiempo para realizar un trabajo que superara a todo lo anteriormente creado. Múltiples machos y hembras,  a cual más bello. El animal más perfecto. Erguido. De piel tersa, suave, más suave que el más sedoso pelaje hasta ahora existente. Ágil. Hábil. De manos finas y dedos delgados capaces de dar forma a las estructuras más delicadas, de tomar una flor con la sutileza de un insecto que apenas las roza, pero fuertes como para realizar las tareas más duras. Capaces de mover los obstáculos más pesados con la potencia de un búfalo o con la fuerza de un elefante. Armó una hembra armónica.
De caderas torneadas y pechos cimbreantes, con el óvalo de una cara perfecta enmarcado en cabellos que se ondulaban con la gracia de las olas del mar,  que  se mecían con las brisas de la mañana y se arrebolaban con las luces del atardecer.
   Les dio todo eso y mucho más... creó y armó y modificó y volvió a formar hasta sentirse satisfecho... Los distribuyó por el mundo, por ese mundo que había querido tan perfecto como lo que acababa de hacer, pero que le había sido arrebatado de las manos... Esta vez no ocurriría... Esta vez guardaba un as en la manga... Esta vez sería distinto.
   El Mal casi se sorprendió. "Esperaba algo más" exclamó. "Un desafío a mi capacidad destructiva... Esto es... es... pueril" suspiró en voz alta.
   Casi con indolencia se dedicó, uno por uno, hombre por hombre, mujer por mujer a contaminarlos con su esencia. Supuso que la intención del Bien era lograr confundirlo y que alguno se le escapase a su maléfico control, y entonces prestó más atención. Pero él sabía perfectamente bien que su presencia ocupaba la totalidad, que nada podía pasarle inadvertido, que no había escondrijo posible para evitar al mal.
   Con minuciosidad fue tocando a cada uno de los nuevos seres y, casi como por encantamiento, todos ellos, sin excepción, fueron adoptando una actitud y morfología simiesca. su piel se fue cubriendo de un pelo áspero, abundante. Sus brazos se alargaron, su cabeza se empequeñeció. Se curvó hacia adelante y adquirió un andar bamboleante, con sus miembros superiores colgando y los inferiores flexionados, como quien va a sentarse. Tanto machos como hembras. Todos por igual.
   Terminó su obra el Mal y satisfecho quiso ver la desesperación del Bien al comprobar que nuevamente había sido arruinada su obra. Cuál no sería su sorpresa al descubrir que éste permanecía impasible.
   Al principio pensó que el Bien no se había percatado de lo sucedido, pero en cuanto transcurrió el tiempo suficiente, el cambio era tan evidente que no podía dejar de tenerlo en cuenta. Entonces supuso que estaba fingiendo, que hacía como que no le importaba, pero esperó y esperó y no pudo vislumbrar ni el más mínimo signo de que algo lo preocupara. Se le ocurrió que estaba maquinando el próximo paso y se dispuso para estar a la expectativa. Pero el tiempo pasaba y ni la más leve señal de actividad o de intención de iniciar algo. El Mal comenzó a sentirse inquieto. Algo no funcionaba bien. Había estropeado, complicado, contaminado todo lo creado y parecía que al Bien no le importaba. Y eso no podía ser... el sabía que no podía ser...
   Finalmente ya no lo toleró más, al borde de la angustia, resignó su soberbia triunfalista y decidió preguntarle, al Bien, que sucedía.
   “Esta vez hice algo distinto... En cierta manera aprendí de tus manejos, por algo somos la misma sustancia, y simplemente te hecho caer en la trampa”. El Mal escuchaba azorado “¿En la trampa ?... ¿Qué trampa puede haber en un estúpido anim...” y al decir esta última frase, como quien abre una ventana, vio claramente lo sucedido. El Bien no le dio tiempo, disfrutaba de su triunfo. “Yo sabía que si construía a alguien hermoso creerías que eso era lo más importante y te dedicarías sistemáticamente a afearlo. Eso es fácil para vos... Pero en realidad no era más que la fachada. A este nuevo animal le agregué ciertas propiedades que sólo necesitaban del tiempo para desarrollarse... de ese tiempo que perdiste trabajando sobre lo superficial sin darte cuenta que lo importante estaba adentro”.
   El Mal casi no lo escuchaba. Como quien enciende una luz de pronto todo se le presentaba absolutamente claro. El, el mayor poder, lo absoluto de la maldad, había sido víctima de una estratagema casi infantil. Trataba de pensar como corregir tamaño descuido... El Bien no le daba tiempo... Hacía tanto que no disfrutaba de algo así, que la sensación de venganza, propia de su otro yo, patrimonio del Mal, se le incorporaba como si fuera un componente normal de la justicia. “He armado un animal distinto” repetía, “tiene algo que no podrás modificar... lo he dotado de inteligencia... puede pensar... pero no sólo eso, además le he insertado el concepto del bien y del mal... puede distinguir entre el uno y el otro... con lo que no podrás engañarlo... siempre vas a ser rechazado...” Y agregó “el aspecto físico se irá modificando con la evolución, su desarrollo intelectual le irá dando cada vez más necesidades y como consecuencia más logros, y su estructura exterior se irá modificando de acuerdo a esas necesidades... Ya ves, tu trabajo ha siso en vano porque mi creación lleva en si misma la capacidad de revertir cualquier situación”... El Bien lo expresó todo de una sola vez, como si hubiera estado esperando ese momento y hubiese tenido preparado el discurso.
   El mal se desesperó... No podía ser... Algo, de alguna manera tenía que poder estropear tamaña demostración de astucia e inteligencia.
   Era cierto, a medida que transcurría el tiempo el hombre se modificaba, iba mutando, volviendo lentamente a su estado original. Intentó con pestes, con alteraciones del medio, con variaciones genéticas... pero los resultados eran pequeños, parciales... la gran mayoría de la raza humana era cada vez más perfecta.
   Lo intentó por el lado de su mente. Procuró el convencimiento, la tentación... Nada, todo fue en vano... El concepto del bien estaba tan arraigado, tan claro en el criterio del hombre que sólo conseguía éxitos transitorios, pero prontamente todo se revertía y se encausaba por los carriles planificados por su creador.
   Esta vez sí. Se sintió derrotado. El Bien había creado una estructura a prueba de fallas. El hombre pensaba y por el único hecho de pensar elegía al Bien. Un plan trazado con la perfección de lo simple.
   Aunque ocupaba todos los espacios se sintió infinitamente pequeño. El Bien reinaba. El Bien había conseguido ser el todo absoluto. El Bien... Su estructura molecular más íntima se iluminó... allí estaba la falla... Por algo el origen de ambos, del Bien y del Mal, había sido el mismo. El plan trazado por el Bien tenía algo que él conocía muy bien... es más, que, en realidad, era propio del Mal y no de su creador... ¡Tenía el pecado de la soberbia!... Todo se basaba en el Bien, la única meta era el Bien, el concepto absoluto era el Bien... Ese era el sitio por donde se podía abrir una puerta.
   Nada más parecido que a una jugada de ajedrez. Justo cuando parece que estamos frente al jaque mate, surge la idea distinta, el movimiento impensado que cambia el rumbo de la partida.
   Se tomó su tiempo. Los tiempos del Mal siempre son exageradamente cortos. Pero para él fue largo, muy largo. Analizó todos los detalles con cuidado. Observó minuciosamente y en cuanto tuvo la respuesta actuó con la velocidad de un rayo... Veloz y mortífero como el rayo (no en vano había sido su creación).
   Las respuestas geniales también son simples. ¿Cómo no se me ocurrió? Y es así, está delante de tus narices y siempre buscás lo más complicado, lo menos probable.
   La cosa fue sencilla: ¡Inventó las religiones!
   El razonamiento era lógico... si lo más importante es el Bien, si lo único importante es el Bien... pues hagamos que peleen y discutan por el Bien...
   El resultado fue espectacular.
   El hombre, capaz de pensar, autorizado para razonar, comenzó a hacerse preguntas. ¿De donde venía?... ¿Quién lo había creado?... ¿Quién era ese Bien que lo ocupaba todo?... ¿Cómo era ese Bien?...
   Y cada uno dio su respuesta... por algo el Bien lo había hecho inteligente, pensante.
   Y cada uno hizo su propia interpretación del Bien y le dio un nombre diferente.
   Lo imaginó a su imagen y semejanza e instituyó premios y penitencias (cielo e infierno).
   Y cada uno aseguró que tenía razón.
   Y cada uno determinó que la suya era la única verdad... y trató de convencer al otro... Primero con la palabra, pero luego por la fuerza.
   Y el nombre del Bien fue cambiando de acuerdo al poder de quien lo hubiese establecido. Y el poder se basó en la fuerza, en la política, en la economía.
   No conforme con esto, el Mal, cada tanto mandaba a verdaderos emisarios que en nombre del Bien establecían doctrinas, que unos seguían fanáticamente y otros rechazaban con obstinación. Muchos de ellos fueron sacrificados, torturados, crucificados... Se convirtieron en líderes y dividieron aún más a toda la humanidad.
   El Bien luchaba por compensar lo ocurrido pero la marea humana corría desbocada. Él les había dado la capacidad de pensar y eso había sido su propia perdición.
   Finalmente comprendió que cualquier esfuerzo sería inútil.


IV - El reencuentro

   Durante un cierto tiempo, el Bien y el Mal, fueron moviendo las piezas tratando de conseguir sus propósitos.
   Uno luchaba por arreglar, pacificar, construir... el otro bregaba por destruir, producir guerras, hambrunas, catástrofes, desolación...
   El juego parecía inacabable y los dos comenzaron a sentirse cansados. Al principio fue sólo una sensación, pero luego ésta fue creciendo hasta transformarse en una necesidad. Era el tiempo de descansar.
   Como siempre lo fue, desde el inicio, la decisión fue de a dos, simultánea. Sin mediar palabra, ni siquiera un gesto, el Bien y el Mal detuvieron el antiguo juego.
   Una especie de alivio los invadió a los dos... “Por fin...” el Bien pensó “Tal vez sea el final”, y el Mal se dijo “Retomemos fuerzas, ya habrá tiempo para recomenzar”...
   Desde la totalidad del universo ambos contemplaron pacíficamente su creación...
   El horror invadió y se diseminó por cada una de sus moléculas... Allí, en esa bola deforme e insignificante, que giraba tontamente por un espacio infinito, poblada de plantas frondosas y raíces rastreras, por animales destructores y bellos especímenes corriendo por sus praderas... el hombre... la máxima creación... el ejemplo de la perfección... continuaba construyendo y destruyendo, guerreando y pacificando, amando y odiando... Prescindiendo total y absolutamente de ellos... Sin necesidad de que ni el Bien o el Mal los empujara...
   Comprendió, entonces, el Bien cuán grande había sido su fracaso.
   El Mal, por primera vez, sintió algo parecido al remordimiento.
   Casi al unísono pensaron en que quizás se habían apresurado. Con seguridad no estaban lo suficientemente preparados... totalmente maduros para separarse del Gran Originador. Tal vez sería prudente volver a su seno... A lo mejor con más tiempo...
   No se detuvieron para hacer ningún otro análisis... no valía la pena... Uno a uno, átomo por átomo se fueron uniendo... de a dos, siempre de a dos, hasta conformar uno solo, que desapareció súbitamente en el seno de lo intangible.

V - El final

   Algo pasó... Cuando el Bien y el Mal desaparecieron como tales, fue como si el hombre no entendiera su existencia. Siguió haciendo sus cosas... levantando y derribando... construyendo y destruyendo... ayudando y perjudicando... pero le faltaba el alma... no había motivación... Cualquier actitud se volvió absurda, carente de sentido.
   Lenta y progresivamente dejó de construir, dejó de luchar, dejó de procrearse. Una abulia total se apoderó de la raza humana e irremisiblemente fue desapareciendo hasta terminar por extinguirse.
   Las plantas, los animales, hasta el agua cantarina, sin un ser humano que los amase u odiase, dejaron de tener sentido y también se fueron agotando en si mismas hasta no quedar un rastro de ellos sobre el planeta.
   Una masa globosa, imperfecta, que giraba y giraba absurdamente tampoco tenía sentido... Se fue enfriando, se fue achicando, se fue desgastando y desapareció.
   Y junto con él desaparecieron el resto de los planetas acompañantes... y las estrellas... y los cometas... y todo lo que quedaba como recuerdo de un intento fallido.

VI - Epílogo

   Todo quedó en silencio.
   Ocupando la totalidad de la nada. Abarcando cada hueco microscópico de la molécula más remota, estaba el Origen.
   De tanto en tanto un craqueo sordo, proveniente de las profundidades, rompía el equilibrio perfecto de lo ignoto...
   Pero sólo de tanto en tanto...
    













viernes, 15 de marzo de 2013


DISQUISICIONES DE UN SEXAGENARIO

No son más que las ideas locas de un jovato sexagenario…
No tienen por qué ser verdad… pero también podrían serlo…
He descubierto que la vida es notablemente parecida a un video juego.
Simplemente elegís un personaje y te disponés a superar
dificultades para dirigirte hacia algún lugar que no sabés
específicamente como es o en que consiste.
Con cada escollo que salvás o cada nivel que subís ganas puntos y te ponés feliz.
Pero enseguida tenés que continuar.
A veces algo te sorprende por el camino y… “GAME OVER”,
quedaste afuera.
Otras veces conseguís llegar hasta el final y cuando lográs
hacer el último movimiento no te dan ningún premio, no te
ponen una corona de laureles o te victorean triunfador.
Simplemente se acabó… Eso fue todo…
No sé si luego se iniciará otro juego… tal vez…
Cada quien tiene el derecho a pensar o creer lo que le venga en ganas.
Nadie ha vuelto para contarnos lo que sucede.
Pero lo que si es cierto es que mientras nos toca jugar
debemos disfrutar del juego.
Cada puntito que sumamos, cada obstáculo que vencemos es una porción de esa
felicidad que todos perseguimos.
Cuando nos toque dejar los controles lo único seguro
que nos llevaremos es haberla pasado bien.
El haber vivido con entusiasmo cada momento.
Y nada más…
Probablemente no es más que una tontería que imaginé
jugando con mi hijo… Probablemente no es más que eso…
A mi me sirve…
Les deseo que disfruten del tiempo por venir y que sean
muy pero muy felices.

jueves, 14 de marzo de 2013


PARA TODA LA VIDA

Abrió la caja y miró con desprecio los blister que se ofrecían orlados por una serie de cápsulas doradas, semitransparentes. Debían ser unas sesenta.
-¡Ja! Para toda la vida… toda la vida…-
Dio una larga mirada al cielo y jugueteó con el medicamento que llevaba entre los dedos
-Estos medicuchos creen que saben. Si supieran lo suficiente harían como los médicos de antes. Un par de pastillas y arriba. Se acabó todo. Ahora no…  - Y ahuecando la voz – Para toda la vida… Pero la pucha… ¿Qué se pensó?-
Caminaba entre la gente y algunos se daban vuelta para mirarlo con curiosidad porque tan metido estaba en su problemática que hablaba en voz alta sin darse cuenta.
Metió la mano en el bolsillo trasero y sacó la larga lista de lo que terminaba de pagar en la farmacia.
-Ciento y no se cuantos mangos… ¿Y para toda la vida? Este está en curda si piensa que le voy a hacer caso. Sacá la cuenta de lo que tengo que pagar en diez meses, ni pienses lo que puede llegar a ser en diez años…-
Y volvía a repetir: - Para toda la vida… ¿Donde estudió? ¿Hizo un curso por correo?... Está colifa… Demasiado si tomo una caja y punto… a quien se le ocurre que me voy a pasar el resto de mi existencia tomando una idiota pastilla -
Caminaba y a medida que iba elaborando la situación crecía su furia.
“¿Cuánto tiempo pensaba ese desgraciado que iba a estar tomando esas porquerías que lo único que hacían era enfermarlo más a uno?”
“Ni loco…”
Cruzó la calle y volvió a mirar la caja relativamente pequeña.
…………………………………………………………………………………………………………
El conductor del camión lo vio aparecer entre la fila de autos estacionados y atinó a pisar el freno, pero venía cargado y, aun a baja velocidad, era casi imposible pararlo en tan poco espacio. Tocó la bocina con desesperación… todo fue inútil…
Lo golpeó en las rodillas y lo levantó como a un muñeco.
El hombre giró en el aire y su cabeza golpeó torpemente contra el asfalto.
Cuando corrieron a socorrerlo ya estaba muerto.
Las pastillas doradas, semitransparentes, haciendo un gracioso giro en el aire fueron a dar contra un árbol y quedaron tiradas junto al borde de la acera.
…………………………………………………………………………………………………………
Unos días después, Josefa miró distraídamente y vio el medicamento caído. Se acercó, lo levantó y con una sonrisa se lo mostró a su hija que estaba más preocupada por contar el vuelto que le acababan de dar.
-Mirá, Myriam, el remedio que tomo yo, ese que dijo el doctor que tengo que tomar siempre -.
-Dejate de levantar porquerías del suelo – exclamó la hija, casi sin mirarla – Vaya a saber quien y por qué los tiró. No seas chancha -.
Doña Josefa, medio dudó, pero finalmente, obediente, fue hasta el cesto que colgaba del poste de la luz y prolijamente arrojó blister por blister, asegurándose de que nadie pudiera llegar a tomarlas.
Alberto Colonna
2012

lunes, 11 de marzo de 2013

Es una de las estatuas mas detestadas por los porteños. Posiblemente por eso la amo. Está en la intersección de  la herida 9 de Julio y la histórica Avda. de Mayo. Muestra el orgullo de las fantasías, la deformación de las realidades, el jinete montando un caballo fantasmagórico atacando molinos de viento, como lo hicieron tantos en la maravillosa e increíble Avda. de Mayo, donde se arroparon los más grandes escritores de la era dorada de las letras argentinas, donde se escurrieron aquellos que venían perseguidos por la guerra entre hermanos, como Federico García Lorca, re-estrenando sus obras en el mítico teatro Avenida. Y donde, aun hoy, se siguen reuniendo aprendices de brujos y héroes de barro, pero que se sienten importantes ocupando un lugar en el Tortoni, un bar que supo de otros tiempos y otra cultura. con su espada absurda cobijó a los representantes de los pueblos indígenas que al igual que el Quijote creyeron que podían blandir la lanza como los caballeros medievales reclamando lo que consideraban que era suyo y les fue arrebatado. Enhiesto  gallardo, a pesar de no haber conseguido nada, orgulloso de no ser indiferente a los que se rasgan las vestiduras proclamando a los cuatro vientos su fealdad, sin comprender que de tan feo es hermoso, hermoso por dentro y por fuera y yo, al menos, no podría imaginar una esquina del herido 9 de Julio y Avda. de Mayo sin su fantástica figura.

martes, 12 de febrero de 2013

Volver a empezar


¿Es un cuento? ¿Es una historia?...
Simplemente es un relato basado en hechos reales complementados con algunos delirios que, a veces, tienen mucho mas de verdad que las verdades mismas.
 Dedicado a
“los ángeles de la terapia”

VOLVER A EMPEZAR

El anciano, de barba blanca y bien recortada, me miró con ojos que denotaban un asombro creciente.
-              ¿Que… que hace usted aquí? –
Lo miré haciéndome el que no entendía lo que estaba sucediendo y me encogí de hombros.
-       Que usted esté llamando a esta puerta es un total absurdo… - barboteó - ¿Tiene idea de la increíble cantidad de víctimas suyas que tenemos agendadas? ¿Quién lo mandó para acá? ¿Algún chistoso? –
Lo miré comprensivamente. Mentalmente hice un repaso de lo hecho hasta ahora y si ponía en la balanza los éxitos y los fracasos, buen… mejor no ponerlos.
El anciano se desesperó para que comprendiera.
- No, no, no… aquí hay un error… a Ud. le corresponde… el otro portal…                        ¿ “Capisce”’?... El otro –
Y se estiraba para señalar un portón medio desvencijado que se erguía entre dos nubes violáceas.
Después de asegurarse de que lo había entendido cerró el portón con violencia sin darme tiempo a agradecerle aquella definitiva información.
Caminé tan velozmente como me lo permitía un difícil terreno que se hundía y se levantaba en forma caótica e imprevisible (Como caminar sobre un colchón de agua) hasta que por fin me detuve frente a un portal extremadamente alto. Evidentemente le hacía falta mantenimiento porque se advertía la pintura resquebrajada, y hasta descascarada, en muchos lugares.
Golpee y me quedé esperando.
Pasó un cierto tiempo hasta que oí algún sonido del otro lado. Algo así como un arrastrar de pies que cansinamente se acercaban al pórtico. Me pareció, también, escuchar una protesta ahogada, con seguridad una maldición o algo parecido.
La puerta se abrió bruscamente y tras ella apareció un ser macilento, de aspecto y edad indefinidos. Apenas me vio, el tono pálido, casi marfil, de su cara, comenzó a cambiar de color.
-¿Qué… que hace usted aquí? –
¡Otra vez la misma estúpida pregunta!
-       ¿Qué se yo?... Me… me mando el señor de al lado – balbucee.
-       ¡Que hijo de…! ¡No querido, no!… ¡Aquí no! – Y señalaba con vehemencia el lugar donde se hallaba parado - Si yo lo dejo pasar con seguridad me desprestigia el negocio… acá somos malos… si… pero tenemos nuestros principios… ¡Pero que hijo de…!- Y sin darme ni la menor oportunidad a responder se dio vuelta y se dispuso a cerrar el portal, tal como lo había hecho el personaje anterior.
-       ¡Ah, no viejito! – Exclamé mientras le ponía el pie evitando el portazo que se venía      
     -     Los dos se lavan las manos ¿Y yo qué?... ¿Qué soy yo… el hijo de la pavota? –
           El tipo me miró como si no entendiera mi reclamo.
Eso me puso más verde todavía.
-       Escuchame, pedazo de bofe… Si el cielo no me quiere y el infierno no me acepta… ¿Qué carajos hago yo?… ¿Me querés decir?… ¿Qué carajos hago? –
           Me miró casi con lástima. Se rascó la barbilla. – “Se debería quedar en el limbo, así no               jode más a nadie” – pensó en voz alta.
-       ¡Ma si! – ladró – ¡Mientras no sea para acá agarrá para donde se te antoje! ¿Sabés que podés hacer?... Volvete por donde viniste… y… por – fa - vor… ¡No rompas más! – y sin darme tiempo a reaccionar empujó con tal fuerza el portón que tuve que sacar el pie lo más rápidamente que pude. Llegué a escuchar claramente como colocaba el seguro y algún tipo de tranca, no fuera a ser cosa que yo tuviera alguna posibilidad de filtrarme.
De pronto la iluminación del ambiente había desaparecido y la negrura más espesa parecía envolverme, haciéndose eco de mis atribulados pensamientos.
Muy pequeñita, una luz extremadamente brillante, comenzó a abrirse paso entre las tinieblas. No entendía muy bien lo que sucedía pero me dispuse a esperar. El destello se hacía cada vez más pronunciado y progresivamente iba invadiendo todo el espacio. Me pareció oír voces que provenían del otro lado de la luz.
Lo primero que vi fueron unos frascos, o mejor dicho unos sachés, con unos tubos delgados, transparentes que descendían de su parte inferior. Pronto descubrí que llegaban, como autopistas de una novela de ciencia ficción, hasta incrustarse en mis brazos, transportando un líquido que goteaba apresuradamente.
Sentí una opresión… en realidad una delicada presión sobre mi pecho. La luz intensa me molestaba por eso tuve que parpadear varias veces hasta que pude identificar a una joven doctora quien apoyaba, protectoramente, su mano izquierda sobre mi tórax, mientras que con la derecha controlaba mi pulso.
-       Ya está… por suerte revirtió con la atropina. ¡Uff! – Suspiró – faltó poquito –
Recién recapacité en lo que había pasado.
Por allí escuche “fue un bloqueo aurículo ventricular transitorio”.
“Que lo parió. Así que safé por un pelo - razoné - Ja… que linda jo…”
Y ahí me di cuenta.
Cerré los ojos con fuerza y al abrirlos seguía en el mismo lugar. Tendido, cuan largo soy, en la cama de terapia.
¡Cómo me cagaron!
Ni a un lado ni al otro… Noooo… la cosa tenía que ser peor y los muy hijos de su madre la pensaron bonito.
Nada de pasar para el otro mundo, nada de acabar aquí y ahora. La pena no podía ser peor… me habían condenado a volver a convivir con mis semejantes.
Solamente a ellos se les pudo ocurrir una tortura más sofisticada.
Comprendí que no me quedaba otra alternativa. Traté de aceptar mi condena. Me relajé y dejé que siguieran trabajando.
En el fondo, muy en el fondo, mezclado con las voces de las enfermeras que corrían cumpliendo las órdenes que impartían los médicos, escuchaba, como entre sueños, a Lerner empecinado en canturrear:

“Y mañana será un nuevo día… Volver a empezar”.